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PLANTEAMIENTOS DE AUTONOMÍA ENTRE LOS MAPUCHE DEL NGULUMAPU (CHILE).

Pablo Mariman Quemenado[1]

INTRODUCCIÓN

Situación de cerco político. Actualmente en Chile la discusión pública de la situación indígena está hace un tiempo dando vueltas como un remolino. Por lo visto los continuos gobiernos concertacionistas (cuatro sucesivos desde 1990), han llegado a un tope de su oferta política y de la comprensión del fenómeno interétnico en que se ven envueltos por las continuas presiones del movimiento mapuche. Estas ofertas las podríamos resumir de la siguiente manera: en lo económico asistencialismo bajo la figura "desarrollo con identidad" el cual se ha ejecutado a través de un préstamo al BID que ha devenido en proyectos focalizados en materias de educación, salud, organización y desarrollo productivo; en lo social programas de becas de estudio; en lo político lograr el reconocimiento constitucional y la ratificación del convenio 169, proyectos que no cuentan con la mayoría en ninguna de las dos cámaras.

Las ideas que porta el movimiento y que lo hace entrar en sintonía con el escenario continental, como son sus aspiraciones a la autonomía, no cuentan en el terreno público con ningún asidero, es más se las estigmatiza por un grueso de la clase política, como influencias de tipo separatista asociada a grupúsculos al interior de la sociedad Mapuche. Visto así la situación y ya que no existen otros medios de participación y definición de la política pública, por la cual se expresen otros sectores sociales o la misma sociedad civil, el panorama se asemeja mucho a un cerco político que impide que las relaciones fluyan en una relación dialéctica superando los esquemas de subordinación-dominación por las de cooperación y respeto.

Situación Neoliberal. En lo anterior a ayudado mucho el consenso existente entre la clase política en cuanto a impulsar el modelo económico neoliberal. Como se sabrá esto lo impuso la dictadura militar, sin embargo los gobiernos llamados democráticos lo han continuado sin ninguna alteración. Este modelo ha friccionado con la sociedad Mapuche, por cuanto produjo un cambio en el régimen jurídico sobre la tierra a favor de los grandes compradores e inversionistas, al respecto, el 50% de las comunidades que quedaban sin dividir fueron liquidadas a la fuerza y sus tierras puestas al mercado. Esto favoreció el apetito de empresas y particulares, entre las que se connotan las de tipo forestal (Toledo, 2006).

Las forestales son el resultado de una política de planificación territorial en el cual se le asigna un rol a cada espacio del país relacionado al mercado externo, para el caso las regiones históricas del pueblos Mapuche (VIII a X regiones) están bajo esta calificación. Entonces tenemos, división de la comunidad y presión sobre la propiedad del suelo que antepone a los Mapuche frente al gran capital. Los gobiernos actuales no han dado ninguna señal de cambiar el rumbo y hoy se sabe que aumentarán las plantaciones en los próximos veinte años, aunque el TLC firmado con China lo cuadriplicaría. Una bomba de tiempo para quienes deben convivir con esta realidad que termina agotando los recursos de agua determinando así los rubros agrícolas y ganaderos del cual participan las comunidades. Las disputas por la propiedad de la tierra que se llevan en contra de las empresas forestales han llevado a la detención de muchos dirigentes, legándoseles a aplicar por parte de los tribunales y con el respaldo de los demás del Estado condenas de tipo antiterroristas, a través de leyes que heredadas de la dictadura, han sido perfeccionadas en contra del movimiento Mapuche.

¿Señales de voluntad política? Actualmente el nuevo ejecutivo ha planteado refundar el acuerdo con los pueblos indígenas, impulsando para ello lo que denominan un "consulta"; sin embargo en lo que va corrido del año las críticas ya se hacen escuchar entre los Mapuche al limitarse los tiempos para una discusión profunda y representativa sobre el tema y poner unilateralmente parámetros de discusión. Las discusiones tienen que establecer una crítica a la política pública existente (no proponer otra) y reflexionar políticamente considerando los tópicos aún no resueltos por el Estado, como son el reconocimiento constitucional y la ratificación del convenio nº169.

Los resultados de lo anterior están por verse, quizás no resulte nada nuevo en el proceso, sino es que el movimiento asuma proponer otros esquemas de negociación. Eso si se maneja en las esferas más íntimas a la discusión, parte de lo que sería una propuesta de abordar la participación política de los pueblos indígenas, esta denominada como "cuoteo" implicaría conformar una representación política en base a un porcentaje de diputados en el parlamento proporcional al peso demográfico que representan en el conjunto de la nación. Esta idea discutida en el Congreso a finales del noventa (o sea, ni siquiera es nueva), se acompañaba de instaurar un parlamento indígena no territorial sino complementario al nacional, cuestión esta última que se desechó de plano, quedando la otra (las cuotas) guardada -por lo visto hasta ahora- en los boletines y archivos parlamentarios.

Quiero aclarar de inmediato que descarto absolutamente la autonomía o el parlamento propio que han insinuado algunos dirigentes, porque me parece que afectaría seriamente la unidad el país, generaría áreas de ambigüedad y sería fuente de graves conflictos futuros. Por lo tanto a mi juicio, debemos explorar otras opciones. ¿Cuales?(...) me parece interesante explorar la posibilidad d e aplicar en Chile una fórmula similar a la utilizada por Nueva Zelanda -país occidental, blanco, desarrollado, progresista, etc- con los maoríes que no constituyen un porcentaje de población superior al que los Mapuche constituyen en Chile. Se trata de que esa representación política simbólica, por un lado, y de participación real, por otro se pueda expresar en el parlamento nacional. Para ello vale la pena examinar la posibilidad de crear una representación parlamentaria Mapuche o de minoría étnicas en general, sobre la siguiente base: establecer un registro electoral especial paralelo al registro general por el cual pueda optar las personas de ascendencia Mapuche o pertenecientes a la etnia respectiva quienes elegirán un número de parlamentario proporción a la magnitud total en elación al universo general. De manera que si en tales registros se inscriben 400 mil personas de un total de ocho millones, la cifra resultante sería aproximadamente de un 5%, o sea 5 o 6 diputados Mapuche...Naturalmente, quienes opten por esta forma de representación no podrían inscribirse en los registros electorales generales, teniendo la libertad de cambiarse antes de cada elección, sin que ello obligue a presentar candidatos Mapuche, sino que cada comunidad postularía los que estime convenientes.[2]

Como vemos, ninguna de estas iniciativas dimensiona el territorio histórico Mapuche como centro del quehacer político, es decir, se plantean de manera extraterritorial, autocentradas en el congreso nacional. Así como se les exige a los representantes del congreso hacer una representación no del territorio sino de la nación (una abstracción, pero con tradición en la política chilena), lo mismo seria para los parlamentarios Mapuche, lo que hace del padrón electoral un proceso engorroso, pues su inscripción no obedece a criterios distritales. Para algunos esto es una interesante posibilidad de crear una comunidad política entre los Mapuche, para otros una manera de alejar el tema de la autonomía política-territorial y aumentar la dependencia e integración a un estado-nación en calidad de minoría y sin cambiar el carácter de su naturaleza (colonial). Provocaría un fenómeno de incorporación de una parte de la sociedad política y deliberante Mapuche, la de aquellos que funcionan de acuerdo a las normas de la institucionalidad estado nación, con lo que se potenciaran los partidos políticos estado-nacionales y -sociológica e históricamente hablando- una oligarquía que más que buscar fuerza, legitimidad y reconocimiento entre los suyos, lo haría al alero de los poderosos.

La Hipótesis del presente ensayo: considera que los Mapuche cuentan con su propia utopía política: la autonomía, la cual no aparece como excluyente ni auto centrado en si mismo, lo que la convierte en un modelo de convivencia con los propios chilenos en los espacios circunscritos a su territorio histórico. Por otro lado implica una modificación del contrato con el Estado en su dimensión jurídica, cultural, económica y obviamente política. Este necesariamente debe descentralizarse política y administrativamente, plurinacionalizarse o reconocer su diversidad y los distintos marcos jurídicos que operan en su interior. Por su parte la nación Mapuche debe reconstituirse políticamente a través de un proceso de centralización política autocentrada en un parlamento propio y otro compartido con el resto de la población del territorio, así como recuperar su patrimonio territorial con el acceso a los recursos, a su uso, negociar sus ventajas comparativas y establecer la cooperación económica a partir de los mismos.

La estructura del texto. El presente ensayo cuenta de cuatro partes: la primera de ellas abordara un breve contexto histórico en el cual se echaran las bases de un análisis centrado en la situación colonial que vive la población Mapuche. En segundo lugar se demostrará el divorcio de los paradigmas integracionistas usados por el estado con aquellos estructurados desde el movimiento Mapuche que ponen como centro la autodeterminación como derecho y la autonomía como reivindicación política. Finalmente se demostraran las propuestas que visualizan escenarios futuros relacionados con la autonomía.

Contexto Histórico

Perspectiva General: A la llegada del europeo el wall mapu o país Mapuche se extendía a ambos lados de la cordillera de los andes en el cono sur de América, creando dos macrozonas identificadas como ngulu mapu (poniente) y puel mapu (oriente). Ambos ocupaban una superficie en lo que hoy es Chile de 30 millones de hectáreas y en la Argentina cuatro veces superior. El fenómeno de la guerra de conquista afectó de manera diferenciada a las poblaciones de uno y otro lado de la cordillera. Mientras que en el virreinato de la Plata los territorios interiores no fueron conocidos sino sólo hasta el siglo XVII, constituyéndose como límites naturales los ríos cuarto y salado, en el ngulumapu, la creación de la gobernación de Chile significó una guerra (de Arauco) dilatada en el tiempo que terminó estableciendo a través de un pacto político conocido como Parlamento, una frontera en el río Biobio. La población al norte de ese río vivió las mismas condiciones coloniales de otros pueblos del continente, mientras que quienes quedaron al sur gozaron de la independencia política y territorial.

La nación Mapuche fronteriza con el tawantinsuyo y con los pueblos de la pampa y canales australes, fue un tipo de sociedad que más que crecer piramidalmente lo hizo extendidamente a través de wichanmapu que ocuparon hábitat extendidos como litorales (lafkenche), cordilleras (pewenche), llanos (lelfunche), etc. Estos regularmente realizaban futratrawün (parlamentos) cuando hubo que tomar decisiones colectivas, por ejemplo ante la guerra o en los encuentros políticos (parlamentos) con los winka (no mapuche). Si bien los liderazgos Mapuche se vieron fortalecidos y algunos se formalizaron, la sociedad no institucionalizó el poder en grupos que cumplieran esa labor desprendidos de los roles cotidianos, es decir, una burocracia que se transformara en clase política o en una oligarquía. La base de la economía fue la interrelación de muchas actividades que tuvieron en su último periodo de bonanza a la ganadería como uno de sus más preciados recursos.

Esta realidad cambió drásticamente al consolidarse las republicas independientes en la primera mitad del siglo XIX. Los grupos criollos enquistados en el poder tras modelos librecambistas en su economía, determinaron la existencia de los pueblos indígenas que vivían el status quo del periodo imperial hispano. Sus objetivos fueron liberar la tierra del dominio de estos. Para el caso de los Mapuche significó una guerra de conquista a ambos lados de la cordillera, la que consuma Chile el año 1884 y Argentina en 1885.

Condiciones Coloniales: La situación abierta en adelante es la que caracteriza a los pueblos "condenados de la tierra", es decir, no son las metrópolis de un imperio quienes provocan el acto de conquista y la dominación , sino los propios estados que tras modelos homogéneos de nación terminan imponiendo su cultura desde una posición de dominantes. En el caso de los Mapuche y Chile la relación colonial se cimienta en tres vigas maestras: la primera es el despojo patrimonial y la pauperización económica; la segunda es la imposición de la institucionalidad estado-nacional marginando y persiguiendo las propiamente mapuche; Por último, la supresión de derechos colectivos por los de tipo liberal, se alcanza la calidad de ciudadanos aunque de segunda clase, pues sobre su propiedad rige una serie de leyes de división de comunidad que buscan poner su tierra en el mercado.

Adiós al modelo estado-nación y su visión indigenista-integracionista

Proyecto histórico de admapu. Hacia la década del ochenta la organización Ad-mapu define entre sus bases programáticas la necesidad de contar con un proyecto histórico como sociedad, esto en abierta alusión a repensar críticamente el carácter del estado bajo una dictadura militar. Al respecto bajo este gobierno se impuso la división del cincuenta por ciento de las comunidades que aun quedaban indivisas. El objetivo era crear propietarios individuales que con el paso del tiempo tuvieran la libertad de vender o arrendar como cualquier ciudadano. Es decir, la idea de igualar en derechos, no más que desde una posición ultraliberal. Así como conseguían por la fuerza este propósito iban logrando los cambios estructurales en la propiedad territorial de la otrora frontera, los cuales iban acorde con las nuevas políticas neoliberales. En este contexto dictatorial, el año 1983 la organización admapu señalaba su aspiración

Por una nueva sociedad, justa y democrática, en donde nuestro pueblo participe con igualdad de derechos frente a otros sectores sociales del país; creemos que una nueva democracia sin la participación del pueblo mapuche no puede ser democracia.

Por la autonomía y autodeterminación de nuestro pueblo en cuanto que debemos ser gestores y protagonistas de nuestro propio proceso de desarrollo.

Finalmente, y junto con lo anterior, exigimos participación en la redacción de una nueva Constitución política que resguarde y garantice nuestros derechos y patrimonio cultural de acuerdo a nuestra identidad étnica[3].

Para muchos activistas del movimiento de esos años, aquí están las bases de lo que será el posterior desarrollo de la autonomía como proyecto histórico. Aunque siendo rigurosos debiéramos reconocer que se trata de la cristalización de un anhelo que contaba con más décadas de elaboración y que se fue retroalimentando de las influencias del indigenismos y especialmente de las posiciones del movimiento indígena continental, especialmente al conocerse los resultados de las negociaciones que otros pueblos hacían con los estados, como en el caso del Canadá, Panamá y posteriormente Nicaragua.

Chile atrasado en décadas de la discusión indigenista continental. El golpe de estado del año 1973 aisló al país de la discusión continental en materia de pueblos indígenas. Desde el congreso de Patzcuaro, en el año 1940 hasta la declaración de Barbados a principios de los setenta, esta discusión varió desde la integración económica-social con conservación o supresión de la cultura, hasta concebir el derecho a la autodeterminación a los pueblos indígenas, entendiendo así que estos no solo provienen de una comunidad de origen sino que cuentan además con una comunidad de destino. En países como Ecuador los gobiernos en conjunto con los movimientos indígenas implementaron políticas de educación bilingüe intercultural en la década del ochenta, lo mismo en salud. México, Colombia, Bolivia también han tratado y profundizado algunas de estas materias, sin embargo resulta paradójico que una vez vuelta la democracia al Chile su clase dirigente halla concebido el hecho cultural, como un elemento sobre el cual se pueden organizar políticas públicas pero prescindiendo del marco de derechos y de los contextos políticos que apuntan hacia la autonomía.

Interculturalidad ¿versus? Autodeterminación. El paradigma de la interculturalidad que usa el actual organismo indigenista de Chile (CONADI) y el Mideplan, se centra en los procesos culturales e identitarios que son propios de cada pueblo, sin embargo estos no asumen causalidades en el comportamiento de las relaciones y a veces sólo se quedan con el fenómeno de la diferencias sin situarlos en una dinámica histórica y menos en una relación de poder donde se distinguen dominadores y subordinados generando condiciones de desigualdad. Esto evidentemente trae aparejado algunos fenómenos prácticos. Se puede plantear ínter culturizar la educación o la salud, pero el poder es una cuestión que queda de lado.

El movimiento Mapuche asumió el concepto interculturalidad antes de ser formulado como parte de la política pública, aunque con reparos a quienes buscan frankensteinizar las culturas[4]. Esta actitud de resguardo fue pitonisa al comprobarse como la institucionalidad de gobierno -quizás con la mejor de las intenciones, pero equivocadamente- hacen mezclas arbitrarias o bien utiliza manifestaciones culturales Mapuche en contextos políticos e institucionales contrarios y hasta antagónicos con los intereses indígenas. El paradigma que ha puesto el movimiento frente al accionar gubernamental es aquel de la autodeterminación, el cual se centra en el derecho que tienen los pueblo a decidir por si mismos. Evidentemente en la situación política actual, en la cual se ve un cerco político a las fórmulas propias de una autonomía, ambos paradigmas, el del indigenismo criollo y el del movimiento, más que complementarse entra en una oposición por la manera en que son concebidas y puestas en juego

La liberación Nacional Mapuche. Algunas organizaciones Mapuche desde hace ya un tiempo han puesto en la discusión del movimiento el propósito político de sus movilizaciones para lograr un acto de liberación nacional, entendida esta no como un proceso de articulación de una fuerza que busca la independencia y la creación de un estado propio, sino el ejercicio pleno de los derechos colectivos que consagra la autodeterminación, en el contexto país a través de la autonomía política, en la cual se subraya la capacidad de autogobernarse en sus territorios y contar con un modelo económico opuesto al de tipo capitalista. Quienes expuso públicamente este concepto fue una de las organizaciones más duramente reprimida por el gobierno de Frei y de Lagos, la Coordinadora Arauco Malleco. En la columna "la presión del empresariado" de Weftun, publicación oficial de la Coordinadora Arauco Malleco, se lee:

Hoy día nuestro Pueblo, las comunidades mapuche en conflicto y todos aquellos mapuche que han asumido el planteamiento de la Coordinadora, hemos definido desarrollar una lucha sostenida que no se limita a reivindicaciones específicas por retazos de tierras, bonos o proyectos culturales. La resistencia que desde las comunidades se ha dado tiene como propósito frenar las inversiones capitalistas en nuestro territorio y ampliar nuestro espacio de control territorial, de no ser así nuestro Pueblo está expuesto a su desaparición. Nuestra estrategia es entonces combatir día en día y en el terreno a quienes pretenden aniquilarnos paulatinamente, dejando de manifiesto que hemos iniciado un legítimo y sostenido proceso por la Liberación Nacional Mapuche.[5]

 

Parlamento propio y parlamento interétnico para el Ngulumapu.

Diagnóstico y escenarios de la autonomía. El campo "ideológico" que nutre los planteamientos de autonomía del movimiento Mapuche pone su centro en escapar de los paradigmas desarrollistas que han vuelto el tema indígena como un problema de pobreza y no de empobrecimiento o como un problema de marginalidad social y política y no de imposición-reproducción de la institucionalidad estado-nacional y su estado de derecho. Una frase clave que sintetiza este anhelo ha sido la emitida por una lamgen (hermana) del puelmapu que dice: "no nos den una mano sino quitennoslas de encima". En este camino, entre otros, han sido las denominadas Identidades Territoriales quienes han estructurado públicamente estas críticas, parapetándose en sus propios paradigmas culturales.

Para estas los Mapuche contamos con nuestro rakizuam (pensamiento) y una aspiración colectiva sintetizada en el Küme Fülen. Esto último es un estado de bienestar que no sólo incluye la situación individual-familiar, sino también colectiva, espiritual y ambiental. Si bien aquí aparecen diferenciados los componentes que se mencionan, el concepto Mapuche Kúme fülen aparece asociado a otro que envuelve la realidad en un todo difícil de disectar, como es el de Itrofill Mongen, que cuando se le traduce se asemeja a biodiversidad. Los proyectos de gobernabilidad, de desarrollo, de productividad que provienen del estado, más ahora en su fase neoliberal, irrumpen esta realidad y separan los elementos del conjunto. Las leyes (de aguas, riberas, mineras, recursos naturales, etc) así lo demuestra, al privarse a las comunidades Mapuche de toda "propiedad sobre el mismo" (caso parques nacionales) o bien regulando su uso (caso leyes de pesca), siempre en la senda de entregarlos a terceros como mercancía, por lo tanto privatizándolos sin medir sus impactos letales para el medio.

En este contexto de cosas, es que estas identidades territoriales sugieren enrumbar la política pública, participar de los espacios públicos que toman decisiones sobre el mismo, asumir una actitud de control sobre su "patrimonio" y ser también una alternativa para la sociedad chilena que es víctima también de su propio modelo político y económico vigente. Cuando se tiene la oportunidad de explicar esta necesidad frente a grupos Mapuche y chileno, especialmente ante la posibilidad de poder incidir en sus destinos desde una perspectiva territorial, a través de sus propios representantes en nuevos espacios públicos territorializados, la recepción es positiva, especialmente cuando ante situaciones críticas que han generado conflictos el camino de la negociación fue simplemente desechado por el de la imposición de las autoridades nacionales o centrales. Casos sobran[6]. Es aquí donde se torna interesante el campo de las propuestas, pues se nos empieza a despejar un horizonte a veces obnivulado por coyunturas negativas hacia la sociedad Mapuche. Al respecto en sus sugerencias estas identidades plantean

Queremos desarrollarnos en un contexto que estamos conscientes va más allá del espacio que ocupamos como mapuche. Sin renunciar a nuestras reivindicaciones como pueblo, reconocemos que para mejorar y proyectarnos, no basta con resolver los problemas que nos afectan de manera aislada, sino que su solución debe estar relacionada con transformaciones en la sociedad chilena en sus diferentes ámbitos.

Queremos potenciar nuestras economías, explotando la fortaleza de la diversidad productiva que manejamos, apuntando a una producción de alimentos sanos, de productos y servicios diferenciados, que sean oportunos y de calidad, reconocidos como bienes locales, campesinos y mapuche.

Creemos que debemos ser actores de la educación de nuestros niños y niñas, sólo de este modo seremos capaces de integrar y mantener los elementos de nuestra cultura que darán sostenibilidad a las acciones sociales y productivas que emprendamos[7].

Pensarse como sujetos políticos pasa por participar de los esquemas de participación existentes, pero desde su propia lógica socio-política. Es aquí donde los discursos que tienden a la autonomía comienzan a presentar detalles que en su complejidad no dejan de ser interesantes en cuanto a pensarse a si mismo y pensar a los demás. Para el caso de las identidades esto pasa por rescatar y fortalecer las formas de organización socio-política que históricamente nuestros territorios se han dado. De esta manera se resguardará el espíritu de nuestra visión de desarrollo, nuestra búsqueda de Bienestar (Küme Fülen); y se logrará capacidad de control, decisión y de negociación con las distintas Instituciones públicas y privadas que puedan influir en la vida de las comunidades[8].

Con el paso del tiempo y mientras más cerco político parece ser la alternativa que provienen desde el poder estatal, las ideas al interior del movimiento Mapuche relacionadas con construir esquemas de convivencia nuevos, han empezado a dimensionar como uno de sus pasos estratégicos el contar con espacios propios de interlocución interna. A esto una de las organizaciones -conocida como Coordinación de identidades territoriales- le ha indicado como la construcción de un parlamento Mapuche, espacio de deliberación que permita adoptar decisiones consensuadas entre las partes que participan en el. En un reciente libro salido a luz pública sus autores vinculados a la coordinación, explicitan.

Nosotros creemos más en un proceso de base social, que se funda en las identidades territoriales, o sea, a partir de la interrelación que pueden generar diversas unidades territoriales mapuche. La unificación de estas unidades las concebimos como una federación que puede organizar un Parlamento Mapuche, en donde quepan las autoridades tradicionales, para entregar elementos valóricos y espirituales, participando de manera conjunta con dirigentes políticos con experiencia en gestión y administración, y profesionales e intelectuales que manejen información y análisis. Si los Mapuche pudiéramos tener una unidad intermedia de gobierno (entre el poder central y local), los chilenos también podrían contar con instancias parecidas para definir el proyecto social al que aspiran[9].

Estas ideas han tomado cuerpo al interior de esta instancia desde que el año 2002 se descabezó a parte del movimiento a través de políticas represiva y se buscó de parte del mismo gobierno, crear espacios de "diálogo" con los que aparentemente no portaban las ideas nacionalista y las estrategias de movilización de los sectores reprimidos. Todo esto acompañado de una política asistencialista a través de un préstamo del BID. En esa oportunidad a través de un manifiesto denominado "kiñe rakizuam", se propuso como actitud crear una instancia permanente de evaluación de la política pública y de proposición de nuevo esquemas de relación tras los principios de la autodeterminación consagrada como derecho humano. Esta actitud expresada un Trawün permanente de los diversos actores Mapuche fue madurando la idea de un parlamento propio, el cual en términos de tiempo permitiría establecer un interlocutor presente, pero en términos estratégicos, posibilita en un escenario autonómico el día de mañana en ngulumapu, llegar a la meta montado en un caballo propio y no perderse en los que podría ofrecer el Estado (cuoteo, reforma del sistema electoral binominal, parlamento simbólico, etc).

Tensiones presentes en el discurso, pero complementarias. Sin embargo, para algunos autonomistas Mapuche pareciera ser el contar con un parlamento interétnico, la estructura exclusiva sobre las cuales ejercer gobernabilidad, la que a su vez se dotaría del suficiente poder coercitivo para que sus resoluciones se establezcan como mandatos para la ciudadanía del territorio y su institucionalidad pública como privada. Estas reflexiones tienen su origen en una propuesta que a principios de los noventa bosquejara el centro de estudios y documentación Mapuche "Liwen", el cual planteaba una región autónoma (la que ocupan mayoritariamente los Mapuche, es decir la IX y comunas adyacentes), un parlamento regional y un estatuto de garantía de los derechos territoriales de su población y en particular de los Mapuche. Para esta postura un parlamento interétnico buscaría concentrar en un solo espacio las representaciones de la sociedad chilena y Mapuche con el claro propósito de gobernar sobre el territorio que la mayor parte de los discursos sitúa al sur del río Biobio.

Para estos autonomistas la creación de instancias propiamente Mapuche de gobierno no ha sido parte de su deliberación. Entre quienes aparecen en la actualidad como puntas de lanza en un camino claro de incorporación a los esquemas de participación política y de reproducción electoral de la representación, es wallmapuwen una instancia organizativa declarada autonomista y nacionalista Mapuche, de reciente creación, que aspira a convertirse en un partido político mapuche. Su definición de principios tiene mucho que ver con los márgenes en que operan los partidos convencionales, entre los cuales se cuelan preceptos legados del liberalismo[10]. Para ellos:

La actual fase de este largo proceso la hemos definido como Democrática y Autonomista y en la cual lo fundamental será generar una acumulación de fuerza tal (mediante la creación de fuerza propia y generación de alianzas) que permita la conquista estratégica de un marco político autonómico para una región de Wallmapu susceptible de ser autonomizada (la actual IX Región y sus comunas adyacentes) en una primera fase. Para que esto ocurra es necesario sumar a este proceso al máximo de ciudadanos/as y organizaciones sociales y políticas de Wallmapu bajo un discurso y una práctica profundamente democrática y respetuosa, descentralizadora y territorialista. Es decir, de lo que se trata es mostrar al conjunto de los habitantes del País Mapuche las virtudes de un régimen político descentralizado y un marco político autonómico, el cual se traducirá en mayor participación de la ciudadanía regional en la resolución de sus problemas, en autoridades políticas más cercanas y elegidas democráticamente en el mismo territorio, políticas sociales más pertinentes en lo social y cultural, mayor financiamiento para desarrollo local, etc. De lo que se trata es de ser capaces de expresar, en clave nacionalista, la contradicción centro-periferia y la crisis del modelo de estado uninacional y en extremo centralizado que hoy se evidencia en Chile. Este proceso político descrito requiere que los autonomistas y nacionalistas Mapuche alcancemos paulatinamente posiciones de poder en la institucionalidad regional para promover dichas transformaciones en beneficio de Wallmapu. En este sentido, la lucha política por el poder involucra conquistar determinadas instituciones. Así lo hemos asumido al interior de nuestra organización y plenamente. Pero más allá de sostener la necesidad de la lucha por las instituciones, para luego convertirlas en trincheras de la lucha autonomista, somos conscientes que estos espacios de nada servirán sino están acompañados de la movilización social activa en defensa de los intereses nacionales de Wallmapu[11].

Este sector, actualmente en debate sobre las estrategias a seguir, ha sido claro en señalar prácticas y situaciones que entrampan al movimiento y su lucha en la modificación de los esquemas de subordinación colonial. Una de estas es la inspiración campesinista y reduccional de sus liderazgos, cuyas estrategias se han circunscritos a ciclos de movilización que políticamente han terminado negociando aspectos coyunturales de una problemática nacional y compleja. Al respecto la dimensión urbana, laboral-urbana, profesional, juvenil, etc desaparecen o se diluyen en una visión autocentrada tan sólo en la realidad de las comunidades y de una cultura "tradicional" (que sería la que portan las identidades territoriales). Quienes plantean la necesidad de un partido, no excluyendo las demás formas de organización y pensándolas como espacios autonómicos que se deben desarrollar, identifican bajo la categoría de etnogremiales a las organizaciones que han seguido esquemas "movimentistas" de acción política. Ante lo cual insisten en captar y activar para la autonomía a la diversidad que encierra la sociedad Mapuche contemporánea. Respecto de la necesidad de que la construcción de un partido no reproduzca errores, podemos leer en el periódico Mapuche az kintuwe

Una predisposición estructuralista puede expresarse en el sentido de intentar llevar a la nueva fuerza política, a decidir el tipo de estructuración que abrazará, en base a dicotomías superadas. Esto es, podría expresarse bajo la forma de una incapacidad para leer la nueva realidad social y política estatonacional. Ejemplo de ello son, de una parte, construir un partido muy centralizado, rígido y compartimentado como eco de las experiencias políticas clandestinas de quienes convergen a crearlo; y de otra parte, insistir en el sesgo campesinista de la problemática mapuche, frente a lo cual hay que plantearse lo mapuche como una realidad más compleja: urbana y rural al mismo tiempo. Y más sobre esto último, a un partido nacionalitario mapuche se impone hoy día maniobrar sobre una realidad mapuche urbana-rural -o viceversa-, para lograr adherentes en todo ese espectro, sobre todo porque la política se desarrolla y desarrollará en los centros urbanos principalmente, que es donde está el poder, como lo deja demostrado la marcha por el agua en estos días, que no hubiera tenido el mismo impacto -ni cobertura de prensa- de haberse hecho en los cerros de Lumaco (independiente de que otras actividades políticas de puedan y deban hacer allí)[12].

Como hemos visto, para otro sector de autonomistas (que provienen de los categorizados como etnogremialistas y/o movimentistas), especialmente la de aquellos que desarrollan su labor de organización desde los ámbitos de las identidades territoriales, se hace necesario un proceso de reconstrucción orgánica socio-política independiente de la institucionalidad estado-nacional. Entre los tantos caminos que se han bosquejado para salirle al paso al cerco político que hace la democracia neoliberal chilena, ha estado el de tipo electoral en su nivel municipal, para ello se ha dimensionado la creación de un partido instrumental. Sin embargo, todo hace ver que su aspiración por un parlamento Mapuche debiera -tras la misma función de gobernabilidad- complementarse en un escenario de autonomía político territorial con el parlamento interétnico.

El parlamento Mapuche -como se ha discutido en la coordinación de identidades territoriales- debiera ser la instancia por medio la cual los Mapuche concentren su dirigencia en sus estilos "tradicionales" (autoridades originarias), "funcionales" (dirigentes políticos) y en su dimensión técnica (profesionales), en el cual debieran abarcarse las realidades que plantean la situación de género y generacionales, dando cuenta de todo el espectro social que conforman los Mapuche, no siendo una condicionante el emplazamiento ya sea urbano o rural, ni exclusivo de una gerontocracia masculina. Se trata que quienes ocupen un lugar en él representen la diversidad de la nación Mapuche. Si bien los planteamientos no precisan la manera en que se genera y regenera esta dirigencia, por lo visto muchas de sus regulaciones obedecerán a mezclas entre los criterios democráticos liberales y los propiamente Mapuche.

Este parlamento debiera consensuar, entre los Mapuche, sus posiciones estratégicas y tácticas en las dimensiones políticas, económico-sociales, territoriales y culturales, no desatendiéndose de las dimensiones comerciales y jurídicas internacionales que se están volviendo peligrosamente en otro cerco político, como sucede con las autonomías de otros pueblos que se ven limitados por los ordenamientos del capital financiero y productivo internacional. Quizás como una necesaria tercera o cuarta pata de una mesa, debiera ser un catalizador que reafirmara los representantes (negociadores políticos) en un futuro parlamento interétnico. Desde ya estableciéndose como interlocutor ante las autoridades nacionales. Como ya se dijo, este parlamento Mapuche no nace en un contexto de autonomía, está planteado en un proceso de liberación nacional como un germen para alcanzar la autonomía, por lo que preexiste a ese estado de las relaciones interétnicas en autonomía y tiene la voluntad de continuar su existencia aunque fracase como modelo, o terceros la interrumpan como constructo político-jurídico...esto último es algo que no cuesta imaginar suceda, de acuerdo a la historia de Chile y a como se desenvuelve el escenario internacional.

CONCLUSIONES

1. No hay viento para las "cambuchas". La actual situación que se vive desde el punto de vista de las relaciones interétnicas en Chile, dejan a los pueblos indígenas y principalmente las aspiraciones del pueblo Mapuche bajo un fuerte cerco político. Lo preocupante de ese análisis es que no deja espacios políticos para poder encauzar por las estructuras vigentes, electorales y de presentación política, las aspiraciones de cambio estructural de la situación, que mediante un proceso de negociación en los mismos espacios de deliberación nacional, permitan ir abriendo las compuertas que permitan el día de mañana ir creando las condiciones jurídicas que den soporte a un régimen autonómico. Solo pensemos en el excluyente sistema binominal que en materia de política electoral privilegia los grandes conglomerados políticos (que en Chile son dos: la derecha y la centro izquierda) los independientes y los demás sectores sociales no representados por el sistema de partidos, simplemente no tienen otro papel que jugar que aparentar ser el pueblo-coro en la tragedia griega, es decir, ver como la cosa pública pasa por los dos únicos y exclusivos gladiadores: la concertación y la alianza por chile ¡¡qué democrático!!.

2. El nulo aporte del indigenismo en la superación de la situación colonial. En el actual indigenismo chileno, especialmente de aquel centrado en las tesis de etnodesarrollo que ven a los Mapuche como una minoría étnica y no como un pueblo colonizado, las variables interculturalidad aplicadas en la política publica, especialmente en los ámbitos de la educación y la salud, no dimensionan el fenómeno del poder, es decir, de lo que llaman la participación política en la toma de decisiones. De aquí que se opere sobre la manifestación cultural más que sobre una sociedad concreta en un estado de dominación colonial. La suma de sus fórmulas, ya sea desde lo jurídico a través de una legislación indígena que en materia de derechos solo hace mención a la tierra (desterritorializando el tema) y a los elementos de la cultura ya descritos, hacen ver un tratamiento superficial de la materia que no supera en nada las condiciones estructurales de la dominación colonial.

Lo que en estos momentos se menciona a través de lo que llaman un proceso de consulta se articula en la vieja cantinela del reconocimiento constitucional y la ratificación del convenio 169. Lo que se ha filtrado hacia el movimiento y que redunda en la idea del "Cuoteo" (cantidad de diputados de acuerdo al porcentaje de población que representan en el país) y de un parlamento indígena, desterritorializado eso sí, y por lo visto nominal, aunque elegido por un proceso de empadronamiento y de registros electorales exclusivos, es decir, que impiden participar en los procesos "nacionales", se alejan de las proyecciones políticas que sacan quienes desde el movimiento dimensionan una autonomía político-territorial.

3. Autonomía incluyente. Por lo visto, lo que reivindica el movimiento Mapuche en materia de derechos políticos está muy lejos de la caricatura que hacen aparecer quienes desde el poder o con intereses creados en los recursos del territorio, lo asemejan brutalmente a un "estado dentro de otro estado". Aún así, si ésta fuera la definición estratégica del movimiento, tendría los derechos de tercera generación (o colectivos) a su favor más cuando la ONU está en proceso de ratificarlos luego de más diez años de deliberación.

El registro público de las opiniones Mapuche al respecto hace ver que el escenario deseado se parece más al tenor que tienen las discusiones en otro organismo internacional, pero de corte regional, como es la OEA, es decir, de autodeterminación interna. Esta idea cercena la posibilidad que los pueblos indígenas el día de mañana se establezcan como estados. Obviamente la discusión del movimiento no tiene los parámetros de este organismo oficial (OEA), pero a la luz de quienes vienen articulando los pliegos, opinando y escribiendo al respecto, la autonomía tiene el carácter de ser inclusiva de la población de un territorio, para el caso lo que se identifica como ngulumapu, y que aparece mayormente concebido en una región fundamental (la IX) y en unas cuantas comunas adyacentes de las VIII y X regiones. Ahí es donde se plantea establecer mecanismos de gobierno que aseguren el día de mañana la participación de la población incluida en el territorio. Existiendo variantes, como hemos visto, por lo visto el imaginario político comparte ese principio democrático incluyente.

4. Soportes ideológicos y/o culturales de la autonomía Mapuche: Dentro del planteamiento de los autonomistas mapuche que surgen en la década de los noventa y que siguen desarrollándose en este siglo hay matices. Por una lado autonomistas que adscriben su forma de organización y proyección de su forma de vida con prácticas políticas que se centran en sus propios esquemas de organización cultural e históricos; y de otro autonomistas que adscriben abiertamente a los modelos de organización autonómica que existen en el mundo regidos por los principios republicanos como la libertad, la igualdad, y la fraternidad. Lo común en ambos es que tienen una reflexión compartida respecto al territorio, o sea, podemos decir son territorialistas, ninguno pierde la perspectiva que la construcción de un poder político se hace en lo que reivindican como país mapuche. El segundo elemento que los asemeja es que la lucha por la autonomía se enmarca dentro del contexto jurídico que son los derechos que tienen los pueblos en el mundo y, ahora último, la declaración de los derechos de los pueblos indígenas que consagra también el derecho a la autodeterminación. Por último, comparten una perspectiva política donde necesariamente se involucra al Estado, por lo tanto la idea de una autonomía adjetivada como mapuche necesariamente toca al Estado en materia jurídica y administrativa y otras que imaginamos se puedan desencadenar en la medida que este reconozca la heterogeneidad de la nación que dice representar.

 

BIBLIOGRAFÍA

Duran & Larraín, (1986) Las organizaciones campesinas. Cuadernillos de información agraria. Gia-Academia de Humanismo Cristiano. Santiago, Chile

Lafkenche, calafquenche, nangche, wenteche, huilio, makewe y pewenche (2002). Nuestra visión del desarrollo territorial. Reflexión colectiva de las identidades.

Marimán, P; Caniuqueo, S; Millalen, J; Levil, R. (2006) ¡...Escucha Winka...!. Cuatro ensayos de historia nacional Mapuche y un epilogo sobre el futuro. Ediciones Lom, Santiago, Chile

Marimán, José (2006) ¿Para qué un partido nacionalitario Mapuche?. Periódico Mapuche Azkintuwe

Toledo, Víctor (2006) Pueblo Mapuche. Derechos colectivos y territorio: Desafíos para la sustentabilidad democrática. Programa Chile sustentable. Santiago, Chile.

Weftun (2002). Órgano oficial de la Coordinadora Arauco-Malleco.



[1] Profesor de historia. Alumno del doctorado en etnohistoria de la Universidad de Chile. Miembro de la Coordinación de Identidades Territoriales y Organizaciones Mapuche.

[2] Edgardo Boeninger. "Situación de indígenas": Sesión 11ª de la Cámara de Senadores, miércoles 7 de julio 1999.

[3] Duran & Larraín, 1986:52

[4] Entre los años 1995 y 96 la CONADI (organismo indigenista de gobierno) promovió la realización de convenciones sobre educación indígena, cuyo eje central se articulaba en la perspectiva intercultural. La mayoría de los asistentes comprendía los principios nobles que la animan y las experiencias concretas que existían en otras realidades del continente, sin embargo se fue firme en explicitar, que un modelo de esas características debía partir de los principios, filosofía y cosmovisión Mapuche. Esto derivó en interrelacionar esas aspiraciones parciales con las de tipo políticas, como el derecho a la autodeterminación y la reconstitución como pueblo-nación. Así la fórmula quedaba bajo la idea de una educación Mapuche con perspectiva intercultural.

[5] Weftun año 1, nº3, mayo de 2002

[6] Centrales hidroeléctricas, celulosas, basurales, salmoneras, planes territoriales, plantaciones de exóticos (pino-eucaliptos), etc

[7] Lafkenche, calafquenche, nangche, wenteche, huilio, makewe y pewenche 2002: 5.

[8] Lafkenche.... 2002: 7

[9] Marimán, Caniuqueo, Millalen, Levil. 2006: 263

[10] Por ejemplo, de manera clara renuncian a influencias religiosas por considerar su actuar dentro de un orden laico. Esto para otros Mapuche significa renunciar a lo que conciben como una parte consustancial de su identidad, como es la propia dimensión espiritual. Sin embargo, no niegan ni prejuician esta realidad, la cual comparten y estimulan como procesos de reconstrucción nacional Mapuche.

[11] Taiñ Rüpü 5. wallmapuwen@gmail.com. Actualmente esta instancia se encuentra discutiendo su programa político, el cual pretende definir su posición en materias sociales, económicas culturales y obviamente políticas.

[12] Mariman, José. 2006

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