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Los Mapuche presente al día Internacional de la Mujer.

Los Mapuche presente al día Internacional de la Mujer. La conmemoración más freak del Día Internacional de la Mujer
Muñecas con muñeca
Un centenar de personas, representando a diversos colectivos y organizaciones sociales, se reunieron en las faldas del cerro Santa Lucía para marchar por el centro de Santiago. Sus demandas guardaban relación con presas políticas mapuches, con reivindicaciones de este pueblo y con reclamos al Transantiago. Y su “líder” era nada más y nada menos que una muñeca mapuche gigante.

La Nación

Por Gonzalo León

En la plaza Vicuña Mackenna, en los faldeos del cerro Santa Lucía, a unas cuadras de mi departamento y de ninguna parte, decenas de personas, vestidas con ropas multicolores y algunas con pancartas colgando de sus cuerpos, aguardan a que algo pase. Tengo la sensación de estar en una de esas manifestaciones del No a finales de los ’80, básicamente por el desconcierto que se respira en el aire. No obstante, estos manifestantes carecen de lo que sobraba en los ’80; esto es, de esa noción o certeza de que a esa hora en otros puntos de la ciudad y del país se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Esa noción o certeza podría graficarse cuando un futbolista, sin mirar pero sabiendo que el delantero está ahí, entrega un pase gol. Pienso en Jorge Valdivia, o mejor en Michael Laudrup y Maradona.

Pero estos colectivos culturales y organizaciones sociales, como Memoria MIR, Raquiduam, Casa Okupa República 550, el Sindicato de Cantores Urbanos de Chile (Sicuch), Malen Weichafe, Comité de Refugiados Peruanos, Kahuin y otros más, sólo desean ser estrellas de este día, como si esta conmemoración fuese una fiesta de la primavera, donde el carro alegórico más bonito hace ganar a tu equipo. Tal vez por eso el aire también está cargado por una inseguridad de si llegará o no la muñeca mapuche. Y como ésta tiene la misma importancia para mí que enterarse si la libertad, la justicia o el Viejito Pascuero llegarán algún día a nuestros hogares, mejor obviémosla por el momento y quedémonos con la gente.

LA GENTE

En los jardines de la plaza que da a la Alameda, varias adolescentes conversan observadas por varios carabineros. Me disfrazo de sapo y me acerco para escucharlas.

–¿Me acompañái?

–¿Es mañana? Hummm. No sé.

Creo que he equivocado el foco, así es que miro a mi izquierda, donde hay varias mujeres vestidas a la usanza mapuche y que llevan colgando carteles con leyendas tipo “Hablan de Bicentenario, y pagamos agua, luz, teléfono y micro a los españoles”. Estas mujeres pertenecen al colectivo Raquiduam, y a continuación Romina es la que habla:

–Estamos ocupando este lugar para protestar por el Transantiago, que es un negocio administrado por un banco español. Pero además aprovechamos para recordar a una hermana lonko llamada Juana Calfunao, que está presa con toda su familia por haberse opuesto a que le colocaran un poste de luz en su propiedad.

No sé si oponerse al Transantiago y a la luz eléctrica sea signo de inteligencia, así es que dejo que Romina prosiga:

–Juana es la misma que le lanzó ese vaso al director de la Conadi, ese tal González, pero lo que no dicen es que a Juana le han quemado tres veces su casa.

Definitivo: Juana Calfunao no es una heroína, al menos para mí. De hecho, su apellido la delata: Cal-funao. Me despido de Romina. A unos pasos, Víctor Paiba, presidente del Comité de Refugiados Peruanos, remeda un ajado afiche contra Fujimori. Me pregunto qué tiene que ver Fujimori en este día.

–Lo que pasa es que Fujimori, aparte de ser un genocida, esterilizó a muchas mujeres campesinas, todas pobres, sin su consentimiento –responde Paiba–, y eso era ir contra los derechos reproductivos. Pero además, casi el 50% de las mujeres que fueron detenidas durante su mandato por motivos políticos fueron abusadas sexualmente.

Como hay diversidad de gente, me allego a otro Víctor, esta vez Sepúlveda, de Sicuch, quien me dice que en realidad sólo vino a adherir con las mujeres, ya que “en el sindicato hay de todo”. No sé a lo que se refiere, tampoco quiero saberlo. Así es que le consulto por el Transantiago, que aquí también parece ser una demanda.

–Al principio me fue mal, pero con los días se fue arreglando, y creo que ahora me va bien. Además, la competencia es poca, y los fiscalizadores han hecho que se cumpla la decisión de que podemos trabajar en las micros. –Don Víctor me mira a los ojos y me pregunta–: ¿Le gustaría que le tocara algo?

–No, gracias –contesto–. Soy casado.

LA ESPERA

Existe gran inquietud por la muñeca mapuche. Por eso, una chica rubia de ojos claros se ha subido a una banca y ha arengado a los manifestantes: “Compañeros, la contienda es desigual...”, y cosas parecidas. De paso, obligó a los cantores urbanos a cantarse algo. Mientras ellos cantan “Córrele, córrele, córrela”, un joven de boina café avisa con sus dedos que la muñeca está a ocho minutos. Al conversar con él, me cuenta que pertenece al colectivo Kahuin.

–¿Y en qué consiste el cahuín? –pregunto con curiosidad.

El joven me queda mirando y me dice que me conoce. Puta la huevá, ahora hasta los del colectivo Kahuin cahuinean conmigo.

–Somos artistas, escritores, de hecho yo soy uno, actores, tarotistas, poetas malditos…

El joven ha observado cómo sus compañeros de colectivo han tomado el megáfono y han comenzado a entonar “La canción del tarará”, una parodia al himno patrio que dice más o menos así: “Pobre Chile tu cielo ensuciado / por el humo industrial del edén / de empresarios los muy descarados / que nos roban riquezas también”.

Después de la entonación, Guacolda Huenchún, de la compañía de teatro Malen Weichafe (“Princesa guerrera” en espanglish), llama mi atención por ser muy atractiva, joven, entusiasta, hablar bonito… en fin, parece que ando caliente. Precisamente a ella le consulto en qué consiste, de qué se trata, cuál es el sentido de esperar y haber construido una muñeca mapuche.

–La muñeca es una acción contestataria para decir que los mapuches existimos, que otros pueblos también y que no pueden ser ignorados. De ahí que la muñeca sea gigante.

Guacolda, enseguida confiesa la influencia de la Pequeña Gigante que se paseó por las calles de Santiago hace ya un mes y medio.

–A propósito, ¿cómo te llamas? –retruca ella.

Pienso que lo primero que digo siempre es mi nombre, así es que con desgano respondo León.

–Ah, como mi hijo –dice con coquetería–. Él se llama Nahuel, que significa León en mapudungún.

Un automóvil rojo aparece raudo por la Alameda, dobla por Miraflores y se detiene en seco. Arriba trae a la ya famosa muñeca mapuche. Todos corren hacia ella, mientras que una señora, advirtiendo el esfuerzo que se ha hecho, le comenta a otra:

–Ojalá no les pasen un parte.

LA MARCHA

La muñeca mapuche mide casi lo mismo que la francesa del Royal de Luxe. La diferencia radica en que es operada desde adentro por un tipo alto y un par de ayudantes que mueven los brazos. Vamos por Miraflores ocupando toda la calle y gritando: “No a las prácticas antisindicalistas”, “Que la ley se cumpla para los casos de acoso sexual”, “Liberar al pueblo mapuche” y “Que nuestros minos nos tiren bien y hartoooooo”.

Entre los manifestantes diviso carteles recortados con las figuras de una guagua, de una mujer mayor y de una punky. Una chica sostiene una pancarta que tiene estampada una toalla higiénica con manchas de sangre y con la siguiente leyenda: “¡Qué machista! El Día de la Mujer”. Los músicos de Sicuch van casi al final de la marcha interpretando canciones de Sol y Lluvia, que a unas ocho niñas entusiasman al punto de ponerse a cantar y a bailar.

Los carabineros cortan el tráfico en Moneda y Agustinas. A uno de ellos le comento lo tranquila que se ve la cosa, y él me responde con una mueca y un movimiento de cabeza. Entre el gentío observo el micrófono de una periodista. El micrófono llama mi atención porque dice “Radio 1 de Mayo: 102,9 FM”. Cuando estoy a punto de preguntar qué radio es ésa, un sujeto con una camisa de un laboratorio dental se acerca para saludarme.

–Te leo todos los domingos, pero no deberíai estar acá.

Concuerdo con él.

–Anda a la Alameda con Ahumada. Ahí están intentando cortar el tránsito.

Quiero decirle que mi estado físico no me da para andar arrancando de los pacos. De hecho, con estas seis cuadras ya tengo su-fi-cien-te. Pero me contengo y, penosamente, sigo marchando por Huérfanos.

En la esquina con San Antonio, afortunadamente la marcha se detiene, y Guacolda con una señora mayor comienzan a bailar. Después se les une un niño de unos 11 años. Luego, la muñeca mapuche los imita y está a punto de perder el equilibrio. Mi intención es perversa: quiero que caiga para que esto termine de una buena vez. Luego, imagino las fotos que se podrían tomar con esa muñeca en el suelo. Luego, todo sigue normalmente hasta Alameda con Estado. Pero antes me despido con un hasta luego, que bien pudo ser un hasta nunca. LND

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